Nos situamos a la puerta de Bodega La Conveniente, mirando al sur. Cerramos los ojos y volvemos la cabeza atrás, a finales del S.XVI. Desde el pequeño promontorio intuimos el mar, que llegaba hasta la plaza de Cañadío y hasta los pies de las casas, en la cercana calle Pedrueca. En la Plaza, domina la vegetación de cañas que siglos después le darían su nombre; al fondo, junto a la actual Cuesta de las Cadenas, una fábrica de cerveza con muelle, donde amarraban las goletas que transportaban su producto.
Bodega La Conveniente está en los bajos de uno de los edificios más antiguos de Santander, la casa de D. Francisco Sayús, construida en los inicios del S.XIX. Don Francisco fue un naviero prestigioso de la época y durante la guerra de la Independencia tuvo cierto protagonismo; fue uno de los montañeses que intentaron liberar a Fernando VII cuando estaba prisionero en Francia.
En los años de la guerra de la Independencia fue hospital. Siempre se la conoció como Casa de la Conveniente, nombre de una cooperativa que sobrevivió en los bajos hasta su conversión en restaurante. En 1901 comenzó como bodega de vinos a granel. Hoy, al entrar, seguimos viendo las grandes tinajas donde se almacenaban los vinos, y los mismos suelos de lascas de piedra que se pisaron siempre.
En 1981, Don Luis Hormaechea inauguró el restaurante, respetando el nombre de la antigua cooperativa. Hoy, año 2025, el negocio sigue en pie, manteniendo lo esencial. Una carta tradicional en la que siguen siendo fundamentales los fritos, embutidos, patés, laterío y quesos. También cabe alguna novedad, siempre dentro de la cocina tradicional, como los callos y los caracoles guisados.
Al entrar, encontramos la barra y a la izquierda un pequeño comedor acristalado. Al fondo el gran comedor, con techos muy altos, mesas medianas y grandes con bancos pequeños o corridos. Sobresalen grandes depósitos que antaño sirvieron para guardar el vino, y un altillo donde una pianista ameniza la cena cada jornada. No es un sitio muy cómodo, pero la experiencia de una cena en La Conveniente merece la pena.
Cenar en esta casa obliga a pedir fritos, en media o ración completa, salvo que los gustos o la salud nos dirijan en otro sentido. Y así lo hicimos. Empezamos con una ración de pimientos del piquillo con ventresca de bonito, seguimos con una ración de fritos y como postre, no hay otra alternativa, media de quesos con membrillo. Compartimos una botella de Capillo 2018 Colección.
Empezando por el final, el tinto de Bodegas Campillo, elaborado con uva Tempranillo y una crianza mínima de 22 meses en barricas nuevas de roble americano. Un vino complejo, sabroso, que nos gustó.
Los pimientos con ventresca, en ración amplia, bien presentada. Calidad del producto, con pimientos confitados, ventresca tierna y buen AOVE. Una delicia.
La ración de fritos impresiona en su llegada a la mesa. Una gran fuente llena de morcilla de Burgos, empanadillas de tomate y bonito, croquetas de carne de cocido, jamón York relleno de queso de nata, pechuga de pollo y huevos cocidos, con bechamel y empanados. Dimos buena cuenta, aunque nos dejó casi exhaustos. Esos fritos son adictivos y estaban estupendos.
Dudamos si retirar de la comanda la media de quesos con membrillo. Fue a iniciativa del camarero, que nos veía en apuros. Pero después de breve debate, ganó la decisión de mantener. Y estuvo bien. Unas porciones de quesos variados en su madurez e intensidad de sabor, que pudimos catar con la ayuda del membrillo y las últimas gotas del Campillo.
Una visita gastro en un rincón de nuestra historia local. Buen ambiente, cocina sencilla y gustosa, con buen producto, y un servicio muy amable.
Un miércoles más rindiendo homenaje a nuestro patrón y a los valores que lo adornan. ¡Que viva san miércoles!
Comentarios:
2 comentarios en “Bodega La Conveniente”
Comparto este bonito homenaje
a una bodega que tantos buenos ratos nos ha acogido
Y será el marco de más buenos momentos en el futuro