Daria es un pequeño restaurante situado en la Calle Bonifaz de Santander. Su nombre es el de la inspiradora abuela de Nacho del Corral, propietario y cocinero.

Nacho es un cocinero experimentado, con una formación profunda, conseguida no sólo en instituciones académicas prestigiosas como el Basque Culinary Center, sino también en restaurantes reconocidos como el Cenador de Amós, Goizeko Kabi, la Cuchara de San Telmo, Nodo, etc.

El espacio que encontramos al abrir la puerta es cálido, acogedor, con una iluminación amable que ya invita al disfrute sosegado. En la planta baja una barra, la cocina abierta para echar un vistazo curioso antes de subir al comedor. Arriba, las mesas tienen la separación suficiente para no molestar ni ser molestados por los vecinos.

Ya sentados con las cartas, de condumio y vinos, en la mano, empieza el disfrute por el principio: buscar, comentar y elegir.

Para acompañar la cena, nos decidimos por un Priorato de Bodegas Pinord, Red Bat. Un vino joven y afrutado, afinado en barrica de roble durante 2 años. Sabroso y largo, nos gustó mucho. Como anécdota, quiero señalar que con este vino, las bodegas y la World Nature Foundation ayudan a la conservación de este mamífero volador.

Con las copas en la mano y brindando por San Miércoles, llega el aperitivo de la casa, con una presentación bien cuidada: tomate rallado, aceite de oliva virgen extra, sal gorda, mantequilla trufada y pan tostado. Aperitivo agradable, sabroso, ilusionante. Un buen aperitivo suele anunciar una cena que merecerá ser recordada.

Y a partir de ahí, entramos en materia con los Tacos vegetales de merluza. Es un plato que recuerda al elaborado mejicano, sobre todo por su base y por la forma de comerlo. En lo demás es muy distinto: está preparado con merluza rebozada, lechuga, cebolla frita y mayonesa de kimchi. Original, fresco y sabroso

El segundo pase consistió en un ravioli de gamba roja con una salsa estilo chilli crab. En mi opinión, magnífico. El ravioli, como debe ser, con el protagonismo justo para servir de continente. Muy rico relleno, con gambas visibles. El ravioli en un plato hondo, sobre una salsa roja, contundente, que recogía todos los sabores marinos. ¡Qué bueno!

A continuación, las alcachofas con foie. Las alcachofas tiernas, cortadas por la mitad, dejando solamente la parte más suave, con trocitos de foie y una salsa caramelizada que no disfrazaba el sabor de la hortaliza. Tuvieron éxito. Nos gustaron a todos los cofrades.

Para terminar la parte salada, Bikini de cordero lechal y queso suizo. Casi siempre rematamos con algo de carne y en esta ocasión, lo primero que nos llamó la atención del plato fue su nombre. Una elaboración con todo el sabor del cordero, acompañado de una emulsión de albahaca, fácil de compartir y comer. Fue una buena elección para el final de esta parte de la cena.

Aún había hueco para el postre. Es una afición que me acompaña de siempre y a la que mis conmilitones terminan sumándose. Llegamos con facilidad al consenso: Flan cremoso con maracujá. Hecho en su justa medida, con una crema en la que aparecían notas de naranja, contrastando con la acidez del maracujá. De nota, sobresaliente.

Termino diciendo que disfrutamos de una rica cena, y predispuestos a nuevos retos gastronómicos que no tardarán en llegar; seguramente, el próximo miércoles.

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