Estamos en el verano de 2025. Para los san miercolinos es tiempo de cambio en las actividades habituales. Viajes especiales, visitas familiares, fiestas de verano, modifican un poco nuestras costumbres del resto del año.

Es momento para salir de nuestra zona de confort, y ampliar el límite espacial de nuestras actividades gastronómicas. Así y todo, también tenemos algunos restaurantes que por algo singular nos hacen volver cada año. Es el caso del Baruco de Anero.

Creo que es por una suma de circunstancias.

El lugar donde se sitúa es una. El barrio de la Iglesia de Anero, un lugar tranquilo, apacible y con encanto es una de ellas. El restaurante es el único local hostelero en la zona y el aparcamiento está a una distancia cómoda pero lo suficientemente lejana para que los vehículos no sean protagonistas. La iglesia a la vista, casas con encanto alrededor, sosiego.

Otra circunstancia, sin duda, es la cocina y el servicio que ofrecen. Para nosotros, una oferta de calidad sobresaliente.

El restaurante tiene una bonita terraza, ideal para el verano, y unas pocas mesas en el interior. Siempre pedimos terraza, cómoda por el tamaño de las mesas y sus sillas confortables.

Tienen una bodega amplia con bastantes posibilidades de elección. Dudábamos entre pedir un blanco con alguna complejidad o un tinto ligero. Finalmente, ni uno ni otro. Nos llamó mucho la atención el vino espumoso de Bodegas Hortanza, una pequeña bodega de la localidad cántabra de Guriezo. Un brut de riesling.

Nos avisaron que era la última botella hasta la siguiente cosecha. Una producción de 6oo botellas al año, así que fuimos afortunados al conseguirla y probarla. Lo cierto es que disfrutamos de este curioso vino. Fresco, con burbuja fina, nos pareció perfecto para esa noche de san miércoles.

Elaboran una cocina moderna y actual, con buen producto. Visto el resultado, al frente hay profesionales con conocimiento y buena mano. El servicio siempre es atento, y en esa noche nos atendió con agilidad.

La carta es atractiva. La elección difícil cuando llegas con apetito y apetece un poco de casi todo. Pero bueno, hay que elegir y dejar algo para una futura visita.

Empezamos por unas croquetas de cocido, con una bechamel ligera y carne de cocido que está, no se intuye. De buen tamaño, nos gustaron como inicio. Muy buenas.

Seguimos con un pescado poco habitual en las cartas de los restaurantes, la raya. Es un pez delicado en su trato y que debe estar muy fresco para que no aparezcan sabores indeseados. A juzgar por lo probado, la raya que probamos era muy fresca, cocinada lo justo, con una base de puré de patata con ligero matiz a brasa y espárragos. Un plato sobresaliente por sabor y presentación.

Seguimos con un clásico de esta casa. No lo perdonamos en cada visita: el arroz meloso, gamba roja y tuétano ahumado. Buen punto del arroz, gustoso, con sabor potente y profundo. Para los amantes del arroz, como es nuestro caso, un imprescindible.

Terminamos la primera parte con las manitas fritas, mole e higuera. Una curiosa preparación de las manitas, presentadas en forma de bola ligeramente rebozada. Novedad y acierto. Bien sabrosas, con esa gelatina inconfundible y tan rica. Y con un fondo de salsa muy conseguido

En la parte dulce, elegimos el mango, coco, cacahuete. Un postre original, como todo en este restaurante. Sabia combinación del mango dulce con la textura y sabor del coco, acompañado del cacahuete ligeramente salado. Buen final.

¡Que poderosas razones tenemos para nuestra fidelidad a esta casa!. Si Dios quiere, como decíamos antes y yo sigo manteniendo, volveremos. Queda en la memoria este lugar encantador y una cena rica en la mejor compañía. Y como la memoria hay que ejercitarla…

Déjanos tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La empresa trata tus datos para facilitar la publicación y gestión de comentarios. Puedes ejercer tus derechos de acceso, rectificación, supresión y oposición, entre otros, según nuestra Política de privacidad.