Nos acercamos a Guetaria para celebrar una fiesta varias veces pospuesta. Si nos descuidamos, llegamos al siguiente cumpleaños sin los deberes cumplidos.
Guetaria es un precioso pueblo guipuzcoano. Profundamente marinero, hoy en día sigue manteniendo un importante número de pesqueros. No solamente pesquero, también de marinos que dieron gloria a su tierra y a España. Con solo mencionar a Juan Sebastián Elcano, poco más habría que decir.
Y no solamente mar. Uno de sus vecinos más ilustres fue Cristobal Balenciaga, que marcó historia y tendencia en la moda internacional. Una de las visitas recomendables para los visitantes es, precisamente, el Museo que lleva su nombre.
Recorriendo sus calles y el puerto es fácil darse cuenta que actualmente una de sus industrias principales es la hostelería, especialmente los restaurantes con brasa, santo y seña de la villa.
Dentro de la oferta de calidad, nos hemos decidido por el Kaia Kaipe, Y dado el día luminoso, por su terraza con vistas al puerto.
Ya conocíamos el restaurante por alguna otra visita. Eso siempre asegura la bonanza de la elección.
Sentados y rápidamente atendidos, empezamos eligiendo el vino. Un vino de Guetaria, un Txacolí de Txomin Etxaniz. La oferta de la bodega ha ido creciendo con el tiempo: blancos y rosados, espumosos, cosecha tardía…
Nos decidimos por el Txacolí clásico, sin más crianzas ni sofisticaciones, Un vino de color amarillo pálido, con aromas frutales y cítricos, con su punto carbónico. Muy válido para la comida que teníamos por delante.
De aperitivo, un vasito de gazpacho con una porción de bonito crudo. Rico, fresco y con la presencia del pescado de temporada.
Como entradas, media ración de croquetas de jamón y unas cocochas. Las croquetas con una bechamel cremosa y con jamón bien presente. Las cocochas, servidas en platos individuales. Una a la brasa, otra rebozada, y la tercera con pil pil. Las tres delicadas en el trato recibido. Tres bocados que nos merecieron la pena. Difícil decidir cuál más nos gustó.
Después compartimos un Bogavante estilo Kaia.
Inmenso. Lo preparan a la plancha. Previamente separan los corales y jugos, y con media nuez de mantequilla hacen lo que será la salsa. Cuando la pieza está casi lista lo ponen unos 3 minutos al horno, lo sacan y flambean añadiendo un chorro de whisky. Finalmente, le añaden la salsa.
El resultado es de matrícula de honor.

No podía faltar la brasa, así que pedimos un rodaballo de 1´2 kg. para dos, y media cola de rape para uno. Buena brasa, en su justo grado. El rodaballo, que es lo que probé, estaba de rechupete. El rape, o oídos de los escuchado, también.
Para terminar, dos postres sinceramente extraordinarios. Una torrija con helado de café, y un milhojas con crema y frambuesas. Me dediqué especialmente al milhojas, con hojaldre fresco y crujiente, buena crema pastelera y rica fruta. Bueno, buenísimo.
Una salida gastronómica de lujo para un día especial. Y un restaurante muy recomendable. Volveremos a Guetaria, pueblo amable, donde siempre nos tratan bien.
Comentarios:
Un comentario en “Kaia Kaippe”
Con este relato ilustrado también he disfrutado