Tenemos una gran ventaja con salir a cenar los miércoles: bares o restaurantes que habitualmente están llenos de gente y ruido, esa noche se convierten en islas pacíficas donde cenar bien, hablar sin forzar las cuerdas vocales y con un servicio siempre rápido y eficaz.

Nos pasó en la Jara como nos ocurre con frecuencia. Un bar-restaurante pequeño, con barra y tres o cuatro mesas para comer o cenar; habitualmente lleno, dedicado esa noche casi por completo a estos cuatro fieles devotos.

Está situado en la calle Peña Herbosa, frente al gobierno de Cantabria y rodeado de otros bares y restaurantes, dedicados a desayunos, al aperitivo del mediodía, las comidas y las cenas.

No es la primera vez que cenamos en La Jara, ni será la última. Tenemos constancia de que lo que pidamos estará muy sabroso, elaborado como se hace en las casas con fundamento. Sin duda ésta es una de ellas y, por desgracia, no quedan demasiadas. Sus platos reconocibles, sin las fusiones tan habituales en todos los lares. Aquí los bocartes rebozados, las albóndigas, los callos, los pimientos rellenos son lo que son, con producto de primera y elaborados con primor.

Para acompañarnos durante la cena, decidimos pedir un David Moreno Selección de la Familia 2021. Un vino con 18 meses de crianza, elaborado con uvas de cepas viejas en altura. Un cado equilibrado y sabroso. Le disfrutamos de principio a final.

Esa noche empezamos con unos torreznos de aperitivo. Cuando aparecen en la carta es difícil resistirse, y los miércoles solemos dejarnos arrastrar por la tentación. Buen comienzo.

Estando en temporada del bocarte, ese fue nuestro siguiente objetivo. Los bocartes rebozados; una elaboración sencilla pero no fácil de encontrar con el punto que logran aquí. Frescos, con buen rebozo y tiempo justo al fuego para que no pierdan jugosidad. Acompañados de un buen tomate en ensalada. Muy ricos.

A continuación, los pimientos rellenos de centollo, Confieso que cuando se piden pimientos rellenos fuera de casa, suele entrarme la duda existencial: con demasiada frecuencia se presentan “cosas” de dudoso origen y poca calidad. En esta ocasión, el relleno era una farsa suave y melosa; con una salsa de tomate perfecta y la compañía agradecida de patatas fritas caseras. Un plato sobresaliente.

Después de los pimientos era el turno de las albóndigas de sarda. Deliciosas por su sabor y textura. Con una salsa rubia perfecta y como con los pimientos, ricas patatas fritas de compañía.

Para terminar un toque dulce. Hay que decir que el postre es un punto débil en La Jara, algo a mejorar. Nos ofrecieron una tarta de queso como única posibilidad. Bien, sin más.

Una gran cena con un buen anfitrión, el maestro de ceremonias de la casa. Nuestra gratitud por la velada.

Y una recomendación para los lectores. Acercaros a probar su cocina. No defrauda.

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