Una mañana soleada, cielo azul impoluto. Es la jornada ideal para adentrarnos en el valle del Miera hacía Merilla, localidad cercana a San Roque de Riomiera. Nos esperan en La Lleldiría, palabra de origen cantabro que alude al lugar donde se fermenta.
Desde Liérganes tomamos la CA-260 en dirección a San Roque de Riomiera, hasta que un cruce a la derecha nos dirige a Merilla por la CA-642. En total unos 18 Km para disfrutar de un paisaje agreste.
Alturas imponentes de roca desnuda, bosques de hayas, encinas y robles que jalonan ese valle estrecho. Es una bella carretera que invita a conducir muy despacio, a apartarse cuando ves a alguien por el retrovisor. Los sentidos bien abiertos para contemplar la maravilla natural que tienes delante.
Pasado el pueblo de Merilla, a unos 3 km., llegamos a las instalaciones de la Fermentería de los Valles Pasiegos
Sara Hart y Aitor Lobato son el alma de la Lleldiría. En algún momento de su existencia decidieron cambiar, dar un vuelco a su vida. Primero quisieron vivir en el campo manteniendo sus trabajos. Después dejaron sus trabajos anteriores para zambullirse en un proyecto cercano a las gentes del Pas, las vacas, los productos lácteos, los fermentos.
Pero no están solos. Comparten alma con vecinos, ganaderos, agricultores. Se ayudan entre ellos, intercambian productos y servicios. Juntos contribuyen para dar vitalidad a las aldeas y pueblos de las comarcas pasiegas. Sara narra historias de amistad y compromiso entre los habitantes cercanos; están ahí, aunque vivan y trabajen desperdigados por aquellos valles y montañas
La instalación fue en origen una cabaña pasiega. Después de mucho trabajo ese origen se ha transformado en muchas cosas: Quesería, fermentería, tienda, bar, restaurante. Muchas cosas, pero sobre todo una: un proyecto hecho realidad donde te sientes cómodo, bien acogido. El recibimiento cálido nos prepara para escuchar, aprender, observar y, finalmente, disfrutar de lo que han denominado una cata gastronómica.
Kombuchas, encurtidos caseros, quesos con nombre, tienda donde adquirir sus productos o los de otros “locos” que también cambiaros de vida, bar con terraza donde sentarte a probar, charlar y contemplar el paisaje. Un escenario de muchas estrellas donde pasar unas horas disfrutando del día.
Si hay suerte, toca buena climatología y el cielo aparece despejado, apunto una opción interesante para después de comer. Tomar el coche para seguir ascendiendo hacia el Alto del Caracol y desde allí bajar hacia Selaya.
Continúan los paisajes impresionantes, pequeños bosquecillos autóctonos, cabañas para el ganado o arregladas con mimo para el alojamiento turístico. Un paseo en cuatro ruedas que no te deja indiferente.
Y Selaya… Bueno, ese es plan otro día.