Un sábado puede ser un buen momento para acercarse a la capital vizcaína. Muchos bilbaínos ya han dejado la ciudad para volar a las segundas residencias. Estamos a una hora aproximadamente en coche, y un paseo por el centro o junto a la ría son actividades muy recomendables. Si la planificación de la jornada lo permite, acercarse al Museo de Bellas Artes o al Guggenheim, para disfrutar de alguna de las exposiciones temporales o de sus fondos permanentes, enriquecerá el viaje.
En esta última visita nos decidimos por el Museo de Bellas Artes. El Museo está aún inmerso en una obra que lo está transformado radicalmente, pero mantiene sus puertas abiertas con algunas limitaciones.
El edificio -declarado Monumento Histórico-Artístico en 1962- fue construido según un repertorio neoclásico inspirado en modelos museográficos tradicionales y, de forma especial, en el que Juan de Villanueva concibió en 1785 para el Museo del Prado.
El director actual, Miguel Zugaza, ha impulsado la última ampliación y reforma del museo, diseñada por los arquitectos Norman Foster y Luis María Uriarte, como punta de lanza de un ambicioso programa de transformación. Un proyecto, con el lema Agravitas, que Foster definió como “un vínculo entre lo heredado, el pasado de esta gran institución, y el museo del futuro”.
La inauguración está prevista para junio de 2026. Mientras tanto el Museo sigue funcionando a medio gas. Su colección permanente no se puede visitar, pero sigue manteniendo exposiciones temporales. En este momento hay dos.
La primera de ellas, titulada Ataria, por su condición de atrio, prólogo o umbral, donde está situada. La exposición recupera obras y proyectos artísticos fechados en su mayoría entre 1973 y 2023 con la ciudad de Bilbao y el museo como trasfondo. Se desarrollará en episodios sucesivos que, a lo largo de los próximos meses y hasta junio de 2026, irán señalando la apertura de los espacios, tanto reformados como de nueva planta, del museo.
Esta primera entrega reúne pinturas, esculturas, fotografías, videos y obras sonoras, pero también otros ejemplos como libros, carteles o portadas de discos, que reflejan la memoria cultural de la ciudad y del museo en diferentes momentos de su historia, y a través de diversas prácticas artísticas.
En nuestra visita nos centramos en la exposición de Georg Baselitz, bajo el título “Algo en todo” Pinturas 2014-2024. Es visitable hasta el 1 de marzo de 2026.
Nacido en 1938 como Hans-Georg Kern en la localidad de Deutschbaselitz (Sajonia, Alemania), cercana a Dresde, Baselitz es uno de los pintores más relevantes del arte europeo contemporáneo. Se dio a conocer en la década de 1960 con una pintura figurativa de carácter expresivo de gran formato, que lo identificaron con la generación de artistas que cuestionaban los valores que condujeron a la Segunda Guerra Mundial.
La exposición presenta medio centenar de pinturas creadas en la última década, que han sido seleccionadas por el historiador británico Norman Rosenthal. El conjunto procede principalmente de distintas colecciones privadas.
Los imponentes lienzos (algunos llegan a medir más de cuatro metros de alto) abordan las obsesiones temáticas de Baselitz en imágenes extraordinarias impregnadas por la persistencia de la conciencia del propio cuerpo y la autobiografía, y de la historia del arte. Figuras, cabezas, manos, piernas, medias de nylon y águilas que condensan una nueva expresividad y la genial lucidez de la producción más reciente del pintor alemán.
Después de la visita al Museo, es conveniente un paseo por el parque de Doña Casilda, llamado así en homenaje a la dama vizcaína que donó el terreno para construirlo, Doña Casilda Iturrizar. Es un parque urbano de diseño a medio camino entre jardín francés y jardín romántico, con árboles añosos y un bonito estanque.
De allí, en unos pasos nos acercaremos a la calle del Licenciado Poza, zona de bares y restaurante que merece la pena visitar, tanto si es día de tapeo como si lo es de sentarse a la mesa para comer tranquilamente. Pero bueno, eso será otra historia.