Hoy estamos en Esles. Es el pueblo más importante, desde el punto de vista arquitectónico, de todo el municipio de Santa María de Cayón. Situado a pocos kilómetros de Santa María, se llega a esta localidad después de subir un puertecillo lleno de curvas. Desde el alto se puede ver el valle, pequeño y cerrado por las montañas, donde se asienta Esles. Es otoño y los hayedos lucen los colores de la época. Una fina lluvia nos recuerda que estamos en esta tierra querida de Cantabria.

Un paseo previo a la comida o después del café, por esas callejas llenas de musgo y humedad, bajo la sombra de árboles centenarios, nos invitan a pensar en los ilustres de la vida civil o militar que construyeron esas casonas y palacios. Y también en los lugareños que sostuvieron estos lugares cuidando de su ganado, sus prados y sus bosques. Caminando, vemos numerosas casas señoriales blasonadas con amplios jardines, alternadas con casas de arquitectura tradicional.

Esles es uno de los pueblos que forman parte de la memoria familiar. Muchas ocasiones acudimos a comer al Bar El Cruce, reconocido por su cocina tradicional. Hoy nos hemos decidido por Casa José.

Es un día para disfrutar de comida tradicional, sin ningún artificio. Con buen producto, y un servicio competente.

Para acompañar la comida pedimos un Luis Cañas Crianza 2022, un riojano de Alava. Buen vino para acompañar el festín que nos espera.

Empezamos con unos entrantes para compartir. Pimientos verdes fritos, en su punto. Mejillones, de buen tamaño y con la salsa tradicional que más me gusta. Realmente buenos.

También pedimos fritos, de capricho, que le vamos a hacer. Mollejas empanadas y rabas. Dos raciones abundantes, con una fritura bien conseguida, justos de harina, sin aceite sobrante en el plato. Si, hechos con buen aceite, no con aire. El aire fresco y limpio, lo respiraremos luego, al salir. Merecen la pena.

De ahí pasamos a los platos principales, en los que reina la carne. Escalopes, escalopines con salsa de queso, y por supuesto alguna especialidad de cabrito, bien asado o en forma de chuletillas a la brasa. Todo ello acompañado de patatas fritas y pimientos del piquillo. También un buen cocido montañés, con alubia fina, berza y todo el compango.

Como decía al principio, buen producto, sencillo y bien realizado.

Para completar, algunos postres para compartir. Entre ellos, tarta de la abuela y torrija con helado de caramelo. Cumplieron a la perfección su papel de endulzar el momento final de una buena comida. Especialmente al que aquel día era nuestro anfitrión, porque celebraba su cumpleaños. Ave Bernardo!

Déjanos tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La empresa trata tus datos para facilitar la publicación y gestión de comentarios. Puedes ejercer tus derechos de acceso, rectificación, supresión y oposición, entre otros, según nuestra Política de privacidad.