Delirios es el proyecto personal de un cocinero, que después de empaparse en las cocinas más punteras de Madrid, volvió a su tierra. Javier Rodríguez, respaldado por un equipo muy profesional, sorprende gratamente a todo aquel que cruce la puerta de su bar restaurante. Elaboraciones con productos de León, transformados y enriquecidos con mucha técnica y mucha pasión.
El local tiene una barra en la que se pueden degustar tapas, muy premiadas en los concursos locales, y raciones. Atravesando ese espacio, se llega al comedor. Mesas de madera con su toque de color, en un marco decorado con buen gusto.
Llegamos los primeros y tuvimos la gran suerte de ser atendidos por Javier y por Paula Álvarez. Paula, además de acompañarnos durante todo el servicio, demostró ser una experta sommelier.
Reflexionando sobre la experiencia allí vivida, pienso en Javier Rodríguez, chef y alma mater de todo lo que se cuece en Delirios. Es admirable su entrega en los fogones y en la sala; sólo un apasionado por su empresa puede hacer algo así. Nos contó el por qué de cada pase, los productos empleados, cuestiones de técnica culinaria… Y todo lo que nos describió estaba, sin esconderse, presente y tangible.
Tiempo, empuje y carácter, dedicados a los tres comensales, que no podíamos dejar de escuchar y observar con la máxima atención.
Delirios oferta en el comedor del restaurante dos menús, y la posibilidad de un maridaje. Nos decidimos por el menú degustación con maridaje. Antes de comentar el menú, toca hablar del maridaje: Sencillamente impresionante.
Y ahí está Paula Álvarez, con una capacidad para hacer de fácil entendimiento las frases dedicadas a cada vino presentado. Mucho bagaje y conocimiento, para transformarlo de forma sencilla en cultura enológica, al servicio de los que estábamos disfrutando del momento.
Vinos y licores originales, en general de pequeñas bodegas, con producciones limitadas. ¿Y por qué esta sorpresa inesperada con la calidad del maridaje? La causa de la bonanza en la elección de los vinos, nos la comentaba Javier Rodríguez: Los martes, después del servicio de comida, se reúne todo el equipo para comentar, catar y decidir sobre vinos y maridajes que presentarán a sus clientes.
Como comentaba antes, el mismo chef fue quien nos presentó cada elaboración. Me siento incapaz de resumir todo lo que nos contó. Solamente confirmar que detrás de cada plato catamos buen producto, observamos mucha técnica y sentimos la pasión de Javier y Paula.
Empezamos con los aperitivos, “Hojaldre caramelizado de pimientos asados y anchoas”, y “Croqueta de langostinos”. Breves y ricos, para comer de un bocado. Maridados con un Rueda, Rippa DorII, Sauvignon Blanc
El snack, realmente original. Un “Arroz de boletus y foie” que se fue de viaje, y volvió transformado en receta japonesa. Acompañado por otro blanco, esta vez alemán, Handpicked, de Riesling Mosel.
Como entrante, “Otro revuelto de morcilla leonesa”. Recuerdo a los últimos incendios en tierras castellanas y leonesas, y a la necesidad de que la vida vegetal vuelva a conquistar aquellas tierras. Un pequeño tiesto contenía un molde de pan sin levadura, para simular sobre él una tierra de morcilla, huevo y espuma de patata. Coronando la presentación una rama de romero. Un plato tan leonés tenía que ser acompañado de un vino bien cercano, un rosado Prieto Picudo de León, Castillo de Valmadrigal.
De pescado, “Corvina asada, shitake, castañas asadas y jamón ibérico”, y la parte carnívora representada por un “Canelón de lechazo a baja temperatura, calabaza, curry amarillo y pipas garrapiñadas” Los dos sabrosos, combinando tradición y originalidad al tiempo.
Para el pescado volvimos al blanco con un Tempranillo Blanco de La Rioja, Queirón Mi Lugar. Para la carne un tinto, Dehesa Gago 2024, elaborado en Toro por la bodega Telmo Rodríguez.
El prepostre, “Melocotón de Calanda”, a modo de trampantojo, ya que el melocotón es en realidad una mousse densa de la fruta, con un corazón de pequeños trozos de melocotón. Con este prepostre, un cóctel sorpresivo, St. Germain Express, preparado con licor St. Germain, de flores de saúco, cava y gaseosa. Fresco y ligero.
El postre “Higos, dos chocolates y yogurt”, una explosiva fiesta de dulzor para terminar esta gran comida. Por supuesto, con un vino dulce, Viña Axarquía, Moscatel de Alejandría.
Felices por el disfrute de un excelente menú, un maridaje de mucha altura, con la compañía de un equipazo en la cocina y en la sala, nos despedimos con gratitud hasta una nueva visita. Ocurrirá pronto, en el comedor o con el picoteo del bar. ¡Seguro que sí!