Restaurante EL Pucheru 4 Almas

Estamos en Barcenaciones, uno de los doce núcleos que forman el municipio de Reocín. En 2012 recibió el premio Pueblo de Cantabria, subrayando y reconociendo su belleza y el cuidado del entorno.

La llegada en coche y un breve paseo antes de comer, nos dejan ver un pueblo acicalado, limpio, con casas y casonas bien cuidadas. Grandes árboles y solanas llenas de flores, nos confirman que estamos en una localidad que mereció el premio en 2012, y lo podría seguir revalidando en la actualidad.

Uno de sus atractivos en época navideña es su Belén. Lo hemos visitado en un par de ocasiones, con familia y amigos. Recrea el pueblo y lleva a sus autores a dejar en el aire la duda de si realmente Jesucristo eligió Barcenaciones para nacer. Es una pregunta de entusiasta enamorado de su pueblo. En cualquier caso, recomiendo la visita. Es un Belén muy trabajado, con buena iluminación, figuras móviles y narración en off.

El Pucheru, restaurante donde hoy entramos a comer, es sin ninguna duda una referencia en la hostelería de la comarca. La nomenclatura del restaurante ha incorporado “4 almas” porque son cuatro los responsables, las hermanas Marta e Irene Cuesta junto con sus respectivas parejas, Fernando y Fran.

Buenas instalaciones, con barra de bar, varios espacios para comer y un jardín que rodea el bar y los comedores. El mobiliario, la decoración del local, la vajilla y mantelería que emplean, la bodega en la que entras para elegir el vino, el jardín… Todo ello, en su conjunto, es una declaración de intenciones. Estamos en el marco perfecto para iniciar una buena experiencia gastronómica.

Nos sentamos a la mesa 5 amigos. Como solamente dos tomaremos vino, y uno de los dos deberá conducir, pedimos un par de copas de “Primero”, Bodegas Fariña. Es un vino ya conocido, elaborado con el método de maceración carbónica. Un caldo frutal, fresco y equilibrado

Como aperitivo, unos vasitos con gazpacho de tomate y sandía. Compartimos una ración de rabas y pedimos un torto de maíz con foie de tudanca, cebolla y manzana para cada uno. Las rabas, sabrosas y bien fritas. El torto, feliz conjunción de tradición y modernidad. Con la base del “pan” de maíz, el foie de una de las razas cántabras de referencia, y el contraste dulce de la cebolla caramelizada y la compota de manzana. Muy bueno.

Como platos principales pedimos dos raciones de terrina de carrillera sobre parmentier, una de fabes con venado y un entrecote de buey tudanco para compartir.

No caté la carrillera, pero confío en el buen criterio de Ana y Tomás que las calificaron con notas sobresalientes.

Las fabes se presentan en un puchero tradicional y se sirven con cazo. Pedimos platos y cucharas extras para catarlas. Estaban buenísimas. Las fabes, suaves, caldo bien ligado y gustoso, con los trocitos de la carne del venado, tiernos y con tamaño adecuado para una comida cómoda.

El entrecote de buey, de la carnicería Quintana de Cabezón de la Sal, magnífico. Hecho en su punto, jugoso, acompañado de pimientos verde y rojo asados y patatas fritas.

Finalizamos con los postres. Compartimos una torrija de sobao sobre tofe con helado de crema de orujo, una tarta de zanahoria con helado de queso crema y un yogur de la Granja Cudaña con crumble de avellana y frutos rojos. Buen final para una comida rica y agradable.

Terminada la comida, un paseo por Barcenaciones. Una tarde de temperatura suave, caminando por esas callejas entre casas de piedra y casonas con escudos nobiliarios, charlando de todo lo compartido, de los tiempos pasados, los que están y vendrán. Sintiendo, en fin, que estamos en un momento dulce, que merecerá la pena guardar en nuestra caja de tesoros. Y repetir, Dios mediante.