Después de la visita guiada por las instalaciones, nuestra anfitriona nos llevó hasta el comedor.
Se sitúa en la parte superior de la cabaña pasiega, lo que antaño fue la vivienda. Debajo, donde hoy están la quesería y la tienda, estuvo la cuadra tradicional.
Volvemos al comedor, donde conviven bar y sala con unas pocas mesas. Es un espacio acogedor, donde domina la madera. Al fondo, una terraza con vistas al valle.
La Lleldiría ofrece varios tipos de catas. En nuestro caso habíamos reservado la cata gastronómica, que incluye la visita guiada y el menú cabaña.
Con Aitor a los mandos de la cocina y Sara en la sala, fuimos disfrutando del menú. Se trata de elaboraciones en las que predominan los productos de la zona. Era lo esperado, dada la filosofía que subyace a La Lleldiría. Lo inesperado fue que, junto a elaboraciones sencillas, apareciesen otras que destacaban por su elaboración y presentación.
Para acompañar la comida pedimos el vino tinto de la casa, El Hito. Antes del vino nos ofrecieron una copa de Kombucha, en este caso de flor de Hibisco.
El tinto es de Bodegas Camesía del Alto Ebro, en Valderredible (Cantabria). Es una pequeña bodega familiar que quiere recuperar la tradición vinícola de esta comarca. Emplea uva tempranillo y tiene una crianza en barricas de roble durante 12 meses.
Entrando en el menú, empezamos por los tres bocados, presentados sobre una pizarra:
- Sobao ‘El Andral’ con matrimonio de anchoa y bocarte, mantequilla y
perlas de wasabi.
- Sobrasada casera con ciruela fermentada al estilo ‘cheong’
- Torto de maíz con morcilla y manzana lacto-fermentada
Un comienzo más que prometedor. Yo diría que cercano a la alta cocina, tanto en sabor como en su presentación
Mezze pasiego:
- Quesos Carmina, Siso, Andral y Lolo
- Hummus de garbanzos, frutos secos
- Salchichón, chorizo, lomo
En la segunda parte predomina la materia prima, con una tabla de quesos que hacen en la casa y embutidos. Acompañaban frutas secas y hummus; este último, de los mejores que he probado.
El mezze y el hummus, términos gastronómicos de otros lares y constatación de que la globalidad va llegando a todos los rincones. En este caso, creo que cuadran perfectamente y fueron bienvenidos.
Plato principal:
- Risotto de vaca monchina
- Olla ferroviaria de garbanzos, lengua, y espinacas
Cada comensal debía elegir uno. Yo pedí el risotto y me encantó. A diferencia del risotto habitual, éste no estaba cargado de nata y queso. Predominaban claramente los sabores de la carne y las verduras empleadas. Muy sabroso.
Postre:
- Quesada ‘El Andral’ con albaricoque confitado
Un tradicional pasiego, de una casa fiable, El Andral. La quesada estaba muy buena y el albaricoque, superior
Teminada la comida, pedimos los cafés y tés para tomarlos en la terraza.
Momento para la charla sosegada mientras disfrutábamos del sol, el paisaje y decidíamos cómo seguir la jornada. El clima bonacible nos ayudó: Seguir la subida hasta el Alto del Caracol para bajar hacia Selaya.
Una excursión que merece para hacer la visita, y una comida de cabaña de lujo. Recomendable!