Visto desde la puerta de la calle es una tienda. Si entras a curiosear deja de ser sólo una tienda, porque hay unas mesas con sillas ya vestidas con sus mantelitos de papel y copas, desde la mitad del local hacia el fondo.

Si el atrevimiento te mueve aún más, vas hasta el final, miras a la izquierda y se ven más mesas listas para recibir comensales.

Ya habíamos estado en una ocasión y nos mereció la suficiente confianza para volver.

Cómo describir Mi Alacena. Hay que empezar por lo que vemos nada más entrar: Estantes con hortalizas de buen ver, armarios refrigerados con toda clase de embutidos, quesos, patés, foies y latas de semiconservas. En otros armarios a la vista, tarros y frascos de verduras en conserva, vinos y cavas de diferentes denominaciones… Tanta abundancia de alimentos dan un toque barroqueño, calificativo que no quiere ser negativo, solo indicativo de una primera impresión.

La iluminación es cálida, agradable, estudiada. Si se llega con hambre, todo dice “cómeme”.

Más allá de la tienda está el espacio dedicado a restaurante. Mesas y sillas de madera que bordean lateralmente el local hasta el fondo. La decoración, de mesón clásico con buen nivel.

La carta es muy extensa, basada primordialmente en los productos expuestos al público. La cocina, por tanto, es básica. Lo recomendable aquí es comer o cenar de picoteo, sin buscar elaboraciones complejas que no se van a encontrar.

Eso sí, estamos ante un picoteo de calidad, tanto en los platos fríos como en los calientes.

De otra ocasión, recuerdo con agrado las flores de alcachofas confitadas con jamón y panceta de bellota, Nos gustaron mucho.

Entre la amplia oferta vinatera, dudamos hacia dónde ir. Nos resolvieron el problema al ofertarnos un Señorío de Villarrica, reserva 2019. Un tempranillo equilibrado que resultó muy agradable de beber.

Entrando en la cena, empezamos por la ensaladilla de marisco. Fresca, abundante y con el sabor a mar del marisco, que se apreciaba en boca.

Seguimos con las tostas de sobrasada ibérica y cebolla caramelizada. Una buena combinación sobre pequeñas porciones de pan tostado. Un bocado sabroso y equilibrado de la chacina, jugando un buen partido con la cebolla.

Después nos llegaron los lomos de sardina ahumada sobre tostas con tomate. Si te gustan las sardinas es una sabia elección. Los lomos carnosos y ahumados del pescado estaban de lujo sobre sus camas de pan con tomate.

La parte salada de la cena culminó con el lagarto con pimientos y patata panadera. La carne estaba muy hecha; las patatas y pimientos, templados.

Ciertamente fue la parte floja de la noche. Posiblemente la causa esté en los medios utilizados. Si no hay brasa o plancha, el resultado no puede ser excelente.

Terminamos son unos bombones helados. Buen final, con el chocolate crujiente relleno del helado de vainilla.

Salimos contentos, habiendo disfrutado de Mi Alacena. Lo mantenemos en nuestras direcciones felices.

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