Hace ya un tiempo que quería conocer La Pradera, en Ruiseñada. Había leído críticas favorables y visitado su web, para ver qué podíamos encontrar por allí.
El motivo cercano fue saber que han conseguido el premio a la mejor sopa de pescado en San Sebastian Gastronomika 2025, un hito que supone un antes y un después en la historia de esta Casa.
El restaurante está situado en Ruiseñada, localidad de Comillas, muy cercana a la capital del municipio. Sorprende al viajero la calidad de sus casas, palacios y mansiones; también la paz que se respira. Estamos muy cerca de Comillas, casi a tiro de piedra, pero en Ruiseñada viven pocos vecinos, menos de 200, no hay comercios ni calles abarrotadas. Solamente hermosas construcciones, la iglesia de San Adrián, bonitos paisajes y La Pradera.
Pedimos un blanco DO Monterrei, Godello sobre lías, fresco, frutal y muy equilibrado. En la etiqueta muestra la imagen de un zorro, inspirada en esos animalitos curiosos que a veces se “entrometen” en las viñas. Este vino realiza la crianza sobre lías, lo que le otorga complejidad, acidez equilibrada y una textura cremosa.
Compartimos varias raciones y terminamos con la sopa de pescado, estrella recién llegada a La Pradera.
Empezamos con unos torreznos a baja temperatura, mahonesa de pimentón y crujiente. Seguimos con los mejillones en tempura con salsa de soja, miel y jengibre, para terminar los entrantes con la mollejas salteadas y jugo de carne.
Brillaron los torreznos, tiernos y crujientes a la vez, con esa mahonesa algo picante que ayudaba a redondear un clásico con toque moderno. No encantaron las mollejas con una salsa densa y muy sabrosa. Los mejillones, también bien ricos, pero con aderezos en los que el mejillón pierde una buena parte del protagonismo.
Finalizamos con la premiada sopa de pescado. Merece la pena conocer la receta y darnos cuenta de lo que hay detrás de tanto sabor. Una elaboración que Borja Mier hace pública en la web del restaurante.
El punto de partida es un juego de tres caldos que articulan la receta. El primero, un fumet de congrio y merluza, elaborado con sus espinas y cabezas, y que se enriquece con cebolla, zanahoria, puerro, apio, perejil y un toque de cilantro. A partir de este fondo se obtiene una crema texturizada con nécoras, flambeada con brandy de Picos de Cabariezo.
El segundo caldo, de mejillones al estilo de una marinera, con vino blanco de Bodegas Miradorio, en Ruiloba, producto de proximidad que refuerza la vinculación del plato con el territorio.
En el montaje final se incorpora un tartar de langostinos y erizo de mar, acompañado de una romescu elaborada con remolacha, que aporta color y dulzor. Le sigue un lomo de merluza cubierto con migas del pastor, panceta ibérica y una espuma de erizos, que redondea la armonía entre mar y tierra.
Nada más y nada menos. El resultado merece la pena el viaje. Invito a comprobarlo.
Terminamos con dos postres, la Crème brûlée con crema de orujo, y la manzana asada, espuma de yogur y miel. Los dos bien resueltos, aunque nos gustó especialmente el segundo.
Como comentario final sobre el Restaurante, decir que merece la visita sin duda. Los propietarios están comprometidos con la cocina de calidad. Se come muy bien a un precio razonable
Acabamos la tarde haciendo una visita a la iglesia de San Adrián, situada a pocos pasos de La Pradera. Iglesia del S.XV, ejemplo de gótico de la comarca occidental costera de Cantabria. Allí, unos minutos para contemplar Ruiseñada, disfrutando de las vistas y del sol templado de la tarde